*Pie de nota: F. Zmurko, Lady Sleeping
martes, 31 de marzo de 2009
La así llamada Generación Dormida
domingo, 22 de marzo de 2009
Confesiones del somnífero
lunes, 16 de marzo de 2009
Rostros genuinos en Revolutionary Road
De Sam Mendes, nos llega Revolutionary Road: último de sus trabajos, basado en la novela de Richard Yates y muy bien logrado con la ejecución de dos -muy conocidos- actores del cine norteamericano.
miércoles, 11 de marzo de 2009
martes, 10 de marzo de 2009
Por su astucia se conoce el zorro
Como con otros fenómenos, el sujeto vulnerable a este tipo de comportamiento puede, con todo derecho, cerrar las ventanas de su morada y acomodar lo que yace ahí dentro con seguridad. Sin embargo, no es aconsejable hacerlo. Aún existen músicos, barbados y enamorados, que tienen la grandiosa habilidad de compaginar sonidos y palabras de tal manera que sea imposible -o inútil- tratar de concebir el uno sin el otro.
Así sucede con el último disco de la banda norteamericana Fleet Foxes. Lanzado, apenas, en junio del dos mil ocho, el disco que lleva por nombre el mismo nombre con el que se bautizó la peculiar banda; está compuesto por once temas. Sobresaliendo algunos, de otros -pero, todos sumergidos en la misma línea de sonido encantador- no tardó tiempo en ser reconocido alrededor del mundo.
Para mí suerte, aterrizó en mi reproductor de sonido algún día a mediados de enero y, desde entonces, se ha esmerado por enraizarse a mis pensamientos, haciéndose imposible vivir un recuerdo tan sencillo como el último cigarrillo del día o tan glorioso como la playa, sin el obligatorio sonido de alguna de sus composiciones. Desde entonces, he tenido la suerte de dejar algo más que la ventana abierta. Y con ella han venido palabras, imágenes, películas, novelas enteras.
Si a Ud. le da por encerrarse en las esquinas que conoce, recuerde que por ahí hay una banda de estos tiempos que suena de la misma manera que suena la experiencia de lanzarse a una aventura tan íntima que sólo Ud. y su sombra sabrán lo que, en ella, acontenció. Reirán con complicidad y, sin duda alguna, repetirán las melodías: haciendo de Ud. un viajero indomable.
domingo, 1 de marzo de 2009
Leonid
No lo es por su magnífica inteligencia, ni tampoco por alguna destreza que maneje con plena propiedad.
A Leonid, las uñas del pie, le crecen tan rápido como lo hacen el deseo y la locura en las mujeres que Almodóvar ocupa para contar historias.
Por otro lado, a Leonid, la voz le sale tan intensa como el momento en que la canción cantada por Chavela Vargas se resquebraja y se hace un himno devoto al dolor.
Sus brazos parecen tan curiosos y tan hondos como lo es el ánimo del hombre que Göethe decidió era el hombre perfecto para ser presa del Diablo.
Todo él, figura aletargada, parece ser el anuncio de una tragedia que es tan irresistible como lo fue el curso de acción al que sucumbieron tanto el príncipe del Diwän, como el autor del mismo.
Aún así, cuando lo muestran las cámaras, se las arregla para sonreír con exhaustiva sonrisa que envuelve al espectador de la misma manera que aún lo hacen las composiciones de Schubert que cantan incesantes canciones de alegría.
Como decía al principio: Leonid es un hombre extraordinario. La mayoría de doctores y entendidos del tema, insisten en ubicar la grandeza de este hombre en su inusual estatura. Sin embargo, algunos de nosotros hemos comenzado a identificar que la grandeza de este hombre reside en haber encontrando, en las praderas de Ucrania, la rudimentaria felicidad.