lunes, 30 de mayo de 2011

Conciencia sobre conciencia

Tomó conciencia de lo fácil que sería perderlo todo y le invadió un miedo paralizador. Se había preocupado por ser del tipo que observa y no del que vive. Ahora estaba de pie, de puntillas, en el medio de un vasto océano oscuro de irreparable densidad. Naturalmente, se descompuso. Las mejillas perdieron su color, la sangre corría más rápido y aunque el cuerpo se sintiera como si estuviera más vivo, a él le parecía que estaba a segundos de volverse un puñado de carne: una nada. Tomó conciencia de su miedo y la voz en su cabeza se volvió insoportable. Le parecía que su identidad había caído cientos de escalones abajo del lugar en dónde acontecía aquello que él llamaba tiempo presente y que se sentía como si la misma vida estuviese siendo vivida por alguien más. Cerró las puertas y las ventanas. Refugiarse parecía lo más natural en un mundo que se había convertido en un verdugo. Envuelto en la sombra de una habitación por la que apenas pasaba el tiempo, tomó conciencia de su conciencia. Se erigió como un pilar sobre su propio cuerpo y vio aquello que realmente era. Las mejillas ardían en color, la sangre se volvió ligera como la luz. Regresó adónde se encontraba. Tomó conciencia de lo fácil que sería perderlo todo y articuló una sonrisa. Primero la punta del pie, después el tobillo, después el pie por completo, las rodillas, el muslo, el tórax, el cuello, la cabeza y todo él entero se sumergieron en el mar. El mar se extendía con una irreparable luminosidad.

San José, Costa Rica.

jueves, 19 de mayo de 2011

La decepción de la segunda vez

Mi fetiche por visitar un mismo lugar más de una vez es obvio: yo soy un junkie de los recuerdos. Por recuerdos habría que entender el complejo de emociones que, en un primer momento, alimentaron mi mapa de reacciones. El bar dos o tres cuadras abajo de la universidad a la que asistía mi mejor amigo y que fue dónde me sentí completamente absorto y vulnerable por una ciudad que, en su mayoría, desconocía. La mesa del restaurante en donde descubrí que yo también puedo ser el tipo que viaja solo y que, con el humor adecuado, se puede animar a platicar con desconocidos. La esquina del bar en mi ciudad natal en donde podría enamorarme una y otra y otra vez. Los lugares, las emociones, el ideal romántico: disfazar las circunstancias de características que no poseen y que, de ver bien, se sabe que provienen de la idea que en ese momento se siembra en nuestra cabeza. La segunda visita nunca será igual que la primera. No se trata del lugar. Se trata de uno mismo. Al lugar lo hace la experiencia; a la experiencia la hace uno mismo y a uno mismo lo hace uno mismo. Lo que sí resulta interesante (y válido, por así decirlo) es que a partir de la constante en el tiempo uno observe la variable, lo que cambia. Uno no es el mismo tipo que se enamoró de una tipa al filo de las seis de la tarde a pesar de que sea el mismo cuerpo que se sienta en la misma mesa y que, en la ingenua búsqueda de replicar la emoción, ordene el mismo gin tónico. Ese tipo probablemente ya no exista. La segunda vez puede ser terriblemente decepcionante. Como hombres somos animales de costumbres y nuestra versión de las cosas va de una vida en donde todo está lleno de intensidad, de altos altísimos y (para algunos otros) de bajos bajísimos. Nada está en el medio, todo está en los extremos. Está de más decir que nuestra versión de la vida no es la versión de la vida que vivimos. La experiencia será todo lo que es la primera experiencia únicamente cuando sea la primera. No la segunda, ni la tercera. Si aceptamos que lo que reside dentro de nosotros no es permanente, estamos renunciado a la idea de que alguna vez reviviremos el pasado. Si el mundo interno es constantemente cambiante, nuestro contacto con el mundo externo siempre será una nueva experiencia. Entonces cualquier contacto del hombre con el mundo que ha construído estará bañado de la intensidad revolucionaria que lleva en las entrañas y todas, cuales quiera que sean, serán primeras experiencias. Primeras veces.

San José, Costa Rica
Bajo la influencia de Sigh No More de Mumford & Sons.