domingo, 11 de enero de 2009

The Catcher in the Rye

"Anyway, I'm sort of glad they've got the atomic bomb invented.
If there's ever another war, I'm going to sit right in the top of it.
I'll volunteer for it, I swear to God I will."

The Catcher in the Rye, Cáp.18

Por aquellos días, quebrantar el círculo de tristeza que nos rodeaba resultaba una tarea no sólo demandante, sino también: inútil. Estábamos comprometidos con una corriente sombría que arrastraba nuestros pies por el suelo y envolvía todo con lo que interactuábamos de gris belleza: de una que no es posible palpar. Éramos hombres tristes y estábamos acostumbrados a serlo. Si se quiere ser más preciso: éramos cuasi-hombres, quizá reptiles; y lo que éramos, lo éramos mejor cuando esperábamos el automóvil de nuestros padres a las orillas del portón de entrada cuando la noche acaecía.

Las tardes eran necesariamente monocromáticas: las veíamos pasar frente a una ventana de gran tamaño que, a mi parecer, es una ventana que debería ser mejor vigilada en una institución educativa que no quiere poner en peligro el espíritu de sus jóvenes estudiantes. No importaba el día, siempre que se llegaban las cuatro de la tarde platicábamos de lo deplorable de nuestra condición, de lo afortunados que seríamos en tiempos venideros: de como, sólo Él, el tiempo, tenía la cura de nuestra agonía.

Comenzamos a desarrollar un particular gusto por la música, especialmente por aquella que tenía sonidos avejentados y voces rasposas. Visitamos, por vez primera, los bares que nos prohibieron, los que usualmente están en apuros: está de más decir que aquellos viajes terminaron de perder nuestras figuras que ya estaban adentradas en nuevos jardines. Nuestros padres debieron haberse preocupado por nosotros, debieron haber creído que estábamos al margen de convertirnos en esos compañeros suyos que eran ahora vagos ó alcohólicos de farmacia. O peor áun: pudieron haber creído que estábamos al margen de un tiro. Pero, no lo hicimos: no nos convertimos en los productos extraordinarios de su generación. Somos, ahora, otra cosa: un asunto de nuestro tiempo.

Éramos niños tristes. Lo éramos por que estábamos insertados en el incómodo vórtice de la juventud: el que nos prende en frenesí e inquietud. Ahora somos hombres: hombres de nuestro tiempo. Seguimos arrastrando algunos de los miedos de aquellos días; hemos logrado, al menos una sola vez, palpar la belleza que la tristeza envolvía. Tenemos planes por cumplir y aunque Él, el tiempo curador, no ha arreglado las cosas, entendemos que esta no es razón suficiente para volvernos alcohólicos o suicidas. Pero sobre todo, lo que más tenemos es aquellos días tristes y la capacidad de ver el mundo completo con un par de ojos que, si han sufrido tristeza, saben ver más allá.



Nota personal en referencia a la novela "The Catcher in the Rye" de J.D. Salinger.

No hay comentarios: