domingo, 4 de enero de 2009

Lo infinito

Debí de haber tenido apenas siete años cuando tuve, por primera vez, la sensación de recibir un golpe frío en el estómago al entender algo de dimensiones magníficas. Recuerdo la marea lejana bañando tímidamente la plancha de arena que mi padre y yo pisábamos mientras nos preparábamos para incursionar nuestra aventura a la mar. El mar es de las pasiones más grandes y antiguas que mi espíritu registra en sus entrañas. Todo acerca de él tiene un encanto abrasador. El camino, visto ahora desde estos años, es una secuencia de fotografías viejas teñidas de un color castaño; la misma, se ve interrumpida por pasajes de oscuridad, producto de la entrada en alguno de los cuatro túneles que se deben atravesar para llegar a la playa de mi infancia. Mi papá insistía en poner su música que es, ahora, la que pongo automáticamente al sentir que el automóvil se está deslizando de una forma hermosa enmedio de la luz del mediodía. En fin, estando de pie ahí perdí la mirada en el horizonte y aprecié todo aquello hasta inflar mi ánimo como nunca antes lo había hecho. Debí haber apretado la mano de mi padre, cuando le pregunté "¿El mar se va acabar algún día?" El miedo de perderlo todo acechaba mi tórax infantil. Mi padre no tomó mucho tiempo en responder con seriedad: "Javier, el mar nunca se termina".

La noción de lo infinito es, desde mi punto de vista, uno de los fenómenos que obligatoriamente debe descubrir el hombre. Sin ella, el espíritu enflaquecería y le sería arrebatada la gloriosa cualidad que tiene de elevarse por encima de lo cotidiano para hacer y deshacer a su gusto. En mi caso, siempre me esfuerzo por visitar la playa. Aún no lo hecho a la playa de mi infancia; pero, la playa de mi juventud está llena de impetuosidad burbujeante, en sus inicios, que de lograr pasarla se transforma en una masa acuífera que envuelve el cuerpo y mece en un vaivén muy peculiar. Es la playa de mi juventud la que casa perfecto con estos tiempos de movimiento, de violentos arranques, que si uno sabe cruzar con sutileza se transforma en un espíritu antiguo con la serenidad de la infinitud en una sola mirada.

Es la playa de mi juventud la misma que me oprimió en la noche, en terribles tempestades; y con la que logré hacer la paces y mantener un solo diálogo diplomático en el jardín: ella, la noche y yo.

1 comentario:

Évan5 dijo...

I like this picture, although the picture a bit small, I do not understand Spanish, a lot of text I need to google translation,nice pictures , I like those birds.