domingo, 11 de octubre de 2009

Clara et moi

Clara et moi (2004) es como la vida.

Es maravillosa. No requiere más que la apertura de dos corazones para ensamblar una historia lo suficientemente valiosa para ser contada. Lo suficientemente humana para ser escuchada. Lo suficientemente válida para morderse los labios y esperar que algún día Ud. sea el que se encuentre al Amor en el asiento de frente del metro de París.

Es sencilla. Por que a pesar de las complejidades que trae consigo enfrentarse a las decisiones que vivir esta vida implica, la decisión más adecuada se encuentra atada al corazón y no a la razón. Está ahí: en la voz oculta de la intuición. En esa que suena como a eco y que, sin embargo, es más fuerte que cualquier grito que alguna vez podríamos ejecutar.

Tiene música. No es difícil —y es magnífico— adjuntarle a los momentos la música que mejor se apega a ellos. Los intensifica. Les brinda una especie de filo con el que, en cuestión de minutos, se transforman en aquellos días que rigen todo lo que la vida será a partir de ellos. En esta oportunidad, el filme cuenta con la composición de Benjamin Biolay. Un trabajo digno de reconocer. Colabora con la fluidez y le permite al espectador formar parte de una historia de amor que, aunque no propia, por la música también puede pertenecer a él.

Es triste. Por que en este lugar en donde vivimos el territorio es irregular. No contamos con una pradera llana. En donde nosotros nos movemos hay altos y hay bajos. Hay altos muy elevados: tan elevados que es posible dejar de respirar por un segundo. También hay bajos: muy profundos. Brechas que se abren en el terreno y envían al hombre ahí adónde él pensaba que no tenía cabida.

Es rotunda. No siempre cumple las expectativas. Nunca pretendió hacerlo. Es, al mismo tiempo, aliviador y doloroso. Está llena de pequeños detalles que construyen todo lo que nosotros somos ahora. Está llena de pequeños defectos.

Pero, sobre todas las cosas, el filme es corto. El presente se piensa para siempre aún si dura unos cuantos minutos. El futuro depende directamente de adónde hayamos dirigido la mirada. De lo que dijimos y de lo que no. De lo que dejamos entrar y de las puertas que cerramos.

No hay comentarios: