domingo, 18 de octubre de 2009

No es la última pieza del dominó

Aveces siento que todo en mi vida es así. Pequeñas alegrías, pequeñas tristezas. Grandes homenajes. De cierta forma, es fácil de comprender el patrón conductual. Al no encontrar mérito en lo que está a mi alcance, creo la sensación a partir de una receta bien calculada. Lo que busco se asemeja a un vaivén. Uno acompañado de una especie de ensoñación. Curioso que lo ponga así, por que lo que más se necesita para conseguirlo es estar despierto. Consciente. A algunos, esto se los brinda las letras. Sino, la música. Hay otros —no sé si más o menos afortunados— que lo obtienen de alguien más. Del Amor, por ponerlo con palabras más exactas. También están lo que nunca lo consiguen y que nunca se han preocupado por buscarlo. Estos son más llanos. Pero, definitivamente viven más tranquilos. Yo he probado con varios de estos recursos. A todos los he agotado. Cuando pienso eso, me siento adelantado a mi edad. Pero, si profundizo, reconozco que siempre he sido muy precoz en materia de desesperanza. Sé que no debería. Después de todo, en muchas cosas aún soy un muchacho. En muchas que son importantes. Sino, me lo recuerdan los filmes. Los franceses y los viejos, sobre todo. En ellos, los protagonistas obtienen todo lo que han buscado poco después de la mitad de sus vidas. En este tema, los libros son una tortura. Los buenos y los que más logran calar en mí, son de hombres muy jóvenes. La violencia de la juventud es algo invaluable. Para tranquilizarme, observo que los autores que leo son hombres exepcionales. Genios. Hombres y mujeres de los cuales me separo abismalmente. Sí, si es una fortuna que no todo esté perdido. En este camino hay zonas de descanso. También hay trenes en los que aún no me he montado. Supongo que puedo decir que aún me falta por vivir. Lo agradezco. En el medio de toda esta desazón, me mantego firme en una sola cosa. Si la llama que lleva la vela que guardo en mi pecho ha conseguido mantenerse encendida, estamos hablando de milagros. Y aunque no me guste reconocerlo, es lo que me mantiene aferrado a la habitación en la que yo vivo.
-Gracias a Diego por rescatar, de una conversación, las tres primeras líneas de este texto.

1 comentario:

Carmen dijo...

menos mal que aun quedan esos trenes...