viernes, 3 de abril de 2009

Mala televisión

Hay por ahí una serie televisada que sabe entretener al público entregándoles, de sutil manera, la vasta mediocridad de su protagonista. Dicho esto, Ud. podría preguntarse: ¿Porqué, entonces, verla? De acuerdo a las costumbres cabalísticas, si uno quiere alcanzar la luz, tendrá que, en primer lugar, ponerse en contacto con la oscuridad. Así es como una muchacha joven —mirada expresiva, cabello rubio, cuerpo frágil— resulta ser la esquelética mano que gira, en sentido horario, la llave que dejará entrar la oscuridad característica de nuestros días.
De ella, los escritores, han decidido mostrar, con especial énfasis, sus carencias. Consecuente con los fatídicos colores que le componen, la protagonista no resuelve sus problemas de la manera más adecuada. Sino, al contrario, toma acción sobre ellos de tal manera que le ocasionen un doble daño: uno que es propio del problema originario y otro, más espinoso, que proviene de su respuesta. Más que un masoquismo explícito, es mi creer que los escritores han decidido construír a esta muchacha con un envoltorio que ocasione compasión. Al verle, es inevitable sentir una alianza firmada en términos de humanidad. Siendo un poco más estricto, podría decirse que los escritores han encontrado la forma perfecta de darle al clavo que presiona la cabeza de los espectadores: uno que, martillando fuerte, penetra en un campo de imposibilidad: uno que es, inminentemente, zona de mediocridad.
Estoy totalmente consciente de la condición que posee la televisión de estos días. Al mismo tiempo, también estoy consciente de la condición que nos envuelve a nosotros: los hombres de estos días. Supongo que sería irresponsable de nuestra parte quejarnos de lo que deciden poner ante nuestros ojos. Digo, cómo sea que se le vea, los programas de la televisión están creados para casar encantadoramente con sus posibles espectadores. Así es como uno llega a ver que si estos señores creyeron que la mejor manera de atrapar a una audiencia era con los relatos de una muchacha caótica: en algo habrán tenido razón.
La serie tuvo éxito aquí y en otras partes. Tuvo, en tiempo pasado, por que ahora ya no lo tiene. Quizá contrataron a otros escritores: a unos que veían las cosas de otra manera, de una definitivamente más artificial. Hicieron de nuestra muchacha una dama con compromisos, con una vida prácticamente resuelta. A los que la acompañaban, los pusieron a experimentar mil y una situaciones diferentes. Los que fuimos fieles a las temporadas exitosas, sabemos que ella no pudo haber cambiado así de fácil. Los que somos más fieles —quizá casi fanáticos— tenemos la gloriosa oportunidad de ver una y otra vez a la protagonista cometer los mismos errores en los episodios repetidos.
Se me podrá acusar de lo que sea: pero, no dejo de encontrar encantadora la forma en la que esta mujer se asemeja de graciosa manera a nuestras vidas. Estos son los tiempos de la oscuridad. Para no sonar sólo desesperanzado, debo agregar que espero que de algún lugar, de algunos escritores, surja otro libreto: uno que muestre cómo paulatinamente hemos despertado de este aletargamiento. Ahora bien: sería magnífico que fueran los mismos escritores de esta serie. Sería aún mejor que se tratara de la misma muchacha: de una que no es ni ligeramente parecida a la que se nos muestra ahora. Pero, también, la gula es un pecado. Y supongo que no se puede experimentar tanto con los seres humanos.
¿O sí?

No hay comentarios: