lunes, 27 de abril de 2009

Tres veces cierto, tres veces falso

El Profesor decidió dedicar el resto de sus días al complejo estudio del hombre. Desde el inicio, bautizó a su aventura como una travesía en el misterioso océano. Según él, sus primeras teorías del corazón del hombre eran similares a observar, con mucha atención, el espacio de agua que cabe en un cubo de vidrio que puede servir de pecera mediana. Según él, sus primeras teorías del corazón del hombre eran un intento ingenuo de abarcar algo inminente mayor. Para la segunda generación de teorías, El Profesor vislumbró una barca flotando sobre una masa de agua ya más similar al océano: la embarcación se encontraba considerablemente alejada de la costa y aún no se había decidido si sería mecida por un suave viento salado o por una tempestad espumosa. Para la segunda generación de teorías, El Profesor escogió una interesante combinación de ambas. Sin embargo, la más escandalosa de todas las generaciones teóricas fue la tercera. De acuerdo a este grupo de teorías, no existiría un barco. Tampoco un capitán. Existiría, nomás, una masa semilíquida de un oscuro tinte azul. Según los principios de esta generación, el corazón del hombre habitaría en la profundidad de este extraño océano o en el fulgor de los cielos o en algún incómodo punto entre ellos. De cualquier manera, se trataría de un punto inaccesible. Antes de que llegara el fin de sus días, El Profesor decidió que el estudio del hombre no era lo suyo. A sus colegas, les entretiene contando una historia según la cual dicho estudio no resulta ni efectivo, ni rentable. A nosotros, sus estudiantes, nos atemoriza cuando señala con tono grave que el complejo estudio del corazón del hombre no es terreno de ningún ser vivo.

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