miércoles, 5 de agosto de 2009

Sueño

Apareció ahí. Detrás de una puerta blanca. Antes de que pudiera decir algo, desperté. Mis sueños siempre han tenido la hermosa característica de dejarme un ligero dolor de cabeza. Es por su complejidad. Por la grandiosa coincidencia de rozar con tanta violencia el espíritu que le dejan trémulo y, por consiguiente, atormentado. Durante un buen número de días, estuve en presencia de un nuevo invitado. Se trata de una mujer. No muy joven. No muy hermosa. Mirada lastimera, ojos cansados, piel morena. Decidió que la mejor manera de encontrarme era a través del bosque onírico en el que me he movido con tanto temor y asombro. Lo hizo de manera sigilosa, casi humilde. Su tacto era tan delicado que logré recordarla hasta el penúltimo día que decidió visitarme. Apenas y sé de ella. Sé que le gusta ubicarse detrás de puertas que me son muy familiares. La recuerdo detrás de la puerta caoba de la que alguna vez fue casa de mis abuelos y que, en cuestiones del corazón, corresponde a la puerta de mi infancia. Detrás de las puertas del armario de mi antigua casa o, en otras palabras, detrás de la puerta en la que descubrí el sendero en el que ahora me muevo y que, distinguidamente, está teñido de oscuridad. Cuando estuvo detrás de la puerta blanca que me llevó a la más honda de las tristezas fue cuando me dijo sus razones. Para decirlo, colocó sus ojos hacia arriba. Logró concentrar el brillo de los mismos en un sólo punto. Puso su mano sobre las mías. Hace un buen tiempo que ella no está en el mundo de los vivos. La última vez que la ví recorrimos todos los mundos en los que mi espíritu ha sabido viajar. Íbamos de la mano. Junto a ella, los pasillos son más cómodos. Las puertas, menos imponentes. Pienso en ella todos los días. Aún no sé a qué se debe nuestro encuentro. Quizá está encantada con haber encontrado un compañero de viaje para estas tierras en la que confluyen tanto su memoria, como mi vida. He decidido preguntárselo la próxima vez que nos veamos. Antes de hacerlo, quiero mostrarle cómo se ve mi cuerpo cuando ella posa sus dedos fríos sobre mi rostro.

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